El día en que logré liberarme de la penumbra. |
|
Veo mis manos puedo sentir la resequedad de mi piel, el cansancio carcome mis sentidos y un polvillo negro cubría mi cuerpo, aun así, debía seguir, la oscuridad me rodea como todos los días. No puedo ver la luz del sol ni sentir su calor.
Cada día mi mayor anhelo es poder salir, pero recibo una mísera cantidad de monedas que muchas veces me quitan si no llevo lo suficiente, ellos solo quieren un carril lleno de esas piedras, no entiendo por qué las necesitan tanto, no me parece algo valioso, piedras frías e inertes qué sentido tienen en su vida, acumulan sin cesar, siempre se comparan entre ellos con sus pechos inflados como si fuera un logro espectacular, maltratar personas, dejarlos morir en las profundidades de este infierno, ni siquiera se dan cuenta de quien falta. Hay días de sol y de lluvia, de los que nunca me entero. No me doy cuenta del paso del tiempo, no tengo espejo para observar mis cambios, ver como los años pasan por mí, como la ruta de mi vida deja sus huellas…
Desde que llegué he guardado cada moneda que me han dado esperando cumplir mis sueños, dentro de la oscuridad he visto perecer a mi familia dentro de este lugar, hacer amigos aquí no tiene sentido, pues cada día hace falta alguna cara que conocí, el dictador nos dio una choza fría y húmeda para dormir y una cama de caña, debajo de ella guardo latas de comida que relleno con mis preciadas monedas.
Hay días en que puedo salir más allá de esta penumbra, lo más cerca que me siento de una vida feliz, transporto piedras brillantes a la ciudad, así puedo ver la belleza de sus hogares, sus familias y su ganado. Uno de mis grandes sueños es tener un ganado, en una granja viva, con aire puro, una que pueda admirar sentado desde mi hogar, tener mi propia casa, pero todos esos hermosos sueños se ven truncados con la penosa paga que me dan. Esas monedas suponen ser mi sustento para alimentarme, pero prefiero guardarlas y conseguir comida a alguien más. Pues quiero salir de aquí para disfrutar la vida, no debo rendirme como lo hizo mi familia, mucho los extraño, pero son unos cobardes, se dejaron derrotar por esta mísera vida, yo no le daré ese gusto a la muerte.
Cada vez que logro salir de este lugar paso a admirar el horizonte desde lo alto de una montaña cercana, desde ahí veo un hermoso lugar, puedo imaginarlo, una casa pequeña con sus justas comodidades y una pradera verde, existe pues un espacio perfecto para ello con un cartel que dice: Se Vende si desea información diríjase a mi oficina, en La Minera Smith. Como obra del diablo, mi hermoso sueño le pertenecía al dictador, siempre obstruía mi libertad pisoteaba mis sueños como quien aplasta una cucaracha.
Ya es hora de entregar todo lo recaudado, espero que tanto esfuerzo sirviera de algo, completé las dos toneladas de mineral, me entregaron diez monedas que alcanzan para tres almuerzos, supongo que debo estar agradecido.
Muchas veces me conformo con lo que me dan, no tengo otra opción, este trabajo es a lo que me he dedicado toda mi vida al igual que mi familia, espero poder llegar más lejos que ellos y no tener su triste final.
Por fin era hora de descansar, puse mis monedas en una de las latas. Me recosté en mi cama, pero sentía como una corriente de aire frío recorría mi cuerpo, la puerta no podía cerrarse, no tiene seguro y es de cajas de tomate. Muchas veces intenté hablar con mi jefe sobre la deplorable condición de nuestras casas, pero siempre me trataba de malagradecido, estaba cansado de la misma respuesta, en medio del descanso me levanté a buscarlo, se encontraba merodeando la entrada de la mina, me acerqué a tratar de convencerlo él solo se dignó a entregarme una enorme piedra para que trabara la puerta, jamás había sentido tanta rabia, tantas ganas de romper su cabeza con esa piedra, regresé a mi casa a recoger todas mis cosas, las puse en una carretilla, incluso llevaré esa maldita piedra, fui a buscar a ese tacaño, mirándolo a los ojos le dije:
-Me voy, pero no por mucho tiempo, pues volveré a enseñarle cómo se le debe tratar a un trabajador y será con esta misma piedra que lo sacaré de este lugar.
Ignoré su risa y emprendí mi camino, la verdad no sé dónde ir, sé que estaré mejor por mi cuenta, cuando pasaba por un accidentado camino tropecé y cayó de la carretilla la enorme piedra se partió en mil pedazos, pero no se pulverizó por completo, de su interior salió una roca del tamaño de mi cabeza, una brillante y transparente roca, nunca había visto una en todos los años que llevo entre piedras, me di cuenta de lo llamativa que era, así que la recogí y tapé con mi ropa entonces seguí mi camino sin rumbo.
No podía dejar de pensar en la roca, en ese momento recordé el lugar donde me mandaban a vender mineral, ellos eran expertos en reconocer las piedras, parecía buena idea acercarme a preguntarles, fui y el dueño del lugar se encontraba con su hermosa hija Amelia, le pregunté a su padre sobre la roca, se quedó con la boca abierta mirándola, y dijo:
-Es una roca de poco valor, no es más que una simple piedra sin color, yo puedo deshacerme de ella es muy pesada para que sigas llevándola más aún si es inservible.
Cuando estaba entregándosela, su hija me detuvo y dijo:
-No te dejes engañar por mi padre, es un buen hombre, pero cuando se le presenta una oportunidad como esta puede ser un desgraciado. Esa enorme roca es un diamante, debo confesarte que jamás había visto uno de ese tamaño, es muy grande y obviamente muy valioso, no podemos comprártelo, pues su valor va más allá de lo que tenemos, pero sé dónde podrías cambiarlo por dinero si es lo que quieres.
Su padre lleno de rabia la echó de su local, mientras ella hacia oídos sordos a sus insultos me explicaba dónde podría cambiar mi enorme roca:
-Es el lugar donde crean el dinero, nunca se acaba y podrán comprar tu roca, el Banco Central de la cuidad.
Ella me acompañó y no se separó de mi lado, además de advertirme que no dejara de ver esa roca por ningún motivo, cualquiera era capaz de matarme por ella. Llegamos a el Banco con mi carretilla lo que llamó la atención de los cajeros, pero Amelia se encargó de explicarles qué llevaba, pues antes de entrar al banco me dijo al oído:
-Será mejor que yo les pida el dinero, no es por ser prejuiciosa, pero ellos lo son y seguramente te entregarán menos dinero que el que cuesta tu preciada roca.
Empoderada exigió el dinero lo más rápido posible, demostraba experiencia, el cajero vio la enorme roca anonadado, de inmediato se cerró el banco y todos los guardias corrían, el cajero comenzó a coordinar a todos:
– ¡Tenemos una transacción de alto calibre! -gritó-.
Aseguró que nunca habían entregado tanto dinero ni siquiera el dueño de la mina tiene tanto dinero, aseguraban. No podía creerlo era imposible que fuera más rico que el dictador él parecía tan poderoso, algo inalcanzable. Amelia me entregó un papel y me explicó que tenía una libreta de ahorros a mi nombre, vi la cantidad de ceros de ese papel, no eran diez ni cien tampoco mil, era un número que no sabía leer, pude contar sus ceros y eran catorce ceros, jamás había visto algo así.
No dudé en pedirle consejo a Amelia sobre qué podría hacer para ayudar a los pobre mineros, mis compañeros, ella me dijo sin dudarlo que debía comprarle la Mina a Smith, tenía lo suficiente para hacerlo además me aseguró que él estaba ahogado en deudas con personas peligrosas por lo que aceptaría cualquier oferta para salvar su pellejo.
Fui a su oficina vestido de frac, ni siquiera me reconoció, entonces le ofrecí cien millones de pesos por su mina, lo cual le pareció una maravilla, pero con una condición:
-Este dinero no se lo entregaré en sus manos, pues será entregado a quien usted le deba dinero. Si no lo acepta me encargaré que la gente a la que le debe se entere de la cantidad de dinero que recibirá.
El Dictador furioso aceptó, me acerqué a la silla del jefe sin antes decirle:
-Yo se lo advertí con esa misma piedra lo revocaría de su puesto.
No entendió a lo que me refería, pero me invadió el placer al decírselo, en ese momento le pedí que saliera y en la soledad de la oficina comencé a pensar en mi sueño, quizás comprarme un terreno para una granja no era un sueño que me satisficiera realmente, yo quería ayudar a quiénes han sufrido tanto como yo, así fue como les regalé hermosas casas en las cercanías de la ciudad, les di un justo sueldo para mantenerse de forma cómoda, le puse un ascensor a la mina para que pudieran salir todos los días, les entregué todo lo que me hizo falta.
Autor: Katerina
Carrera: Enfermería
Sede: La Serena